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¿ Que sentías cuando eras niño y jugabas?
Lo que yo recuerdo, es que me entregaba con pasión al juego y me olvidaba del mundo. El tiempo dejaba de existir y me embarcaba con mis amigos en una aventura interminable. Con la experiencia del juego, descubrí valores importantes para la vida: la amistad, la honestidad, la valentía, el coraje, la alegría, a gestionar las relaciones, a respetar, luchar, ser competitivo, y a ganar y perder. El juego en la calle, tal y como yo lo conocí, era una escuela fascinante de vida.
El juego como metodología de formación trabaja desde la acción, desde el movimiento, por lo tanto, nuestro yo más analítico y racional deja de funcionar, dando más protagonismo a nuestras emociones y sentimientos, lejos de cualquier coraza o armadura que nos queramos poner para escondernos.
Actuamos de forma más natural. Esto nos relaja, nivelando las relaciones entre los participantes y liberando tensiones. Y este es el punto de inflexión, el momento en el cual el grupo es capaz de verse y sentirse como un equipo porque cada uno de los integrantes se ha convertido en su propio líder y se reconoce más y mejor en sus fortalezas y en sus debilidades. Ya no se esconde. Todos están al mismo nivel. Al desaparecer los egos, aparece el equipo.
Cuando jugamos, entramos en una auténtico viaje de los sentidos y las emociones. Nos volvemos a sentir más a nosotros mismos gracias a ese contacto liberado de prejuicios que tenemos con los demás y, por supuesto, también a la magia de la naturaleza y el movimiento.
Más que descubrir aspectos nuevos o aprender cosas nuevas, pienso que nos volvemos a redescubrir. Es como si abriéramos la tapa de nuestra caja de conocimientos y habilidades y salieran a presión sorprendiéndonos muchas veces, ya que sabemos más de lo que pensamos que sabemos.
El juego también nos destapa sentimientos negativos o contradictorios, como el miedo, la inseguridad, los prejuicios y los juicios, pensamientos preconcebidos, pensamientos negativos, el estrés o los imposibles. Todos estos condicionantes están ahí, pero necesitamos identificarlos, confrontarlos y darles una forma real, o como decimos coloquialmente, plantarles cara para deshacernos de ellos para poder trabajar y desarrollar los aspectos más positivos y proactivos de nuestra personalidad.
Por esta misma razón, pienso que, la formación o aprendizaje experiencial es tan potente y positivo, porque a través de la acción, el ejercicio físico, el juego, la risa, la diversión y sobre todo el contacto con la naturaleza sacamos el 99% de las veces lo mejor de nosotros.
Somos seres sociales y gregarios. Necesitamos al grupo, a los otros, para tener espejos donde mirarnos y medirnos, Es gracias a eso que podemos cambiar y ser mejores versiones.
Robert Brown
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